Hay gente que dice que nada sucede por casualidad y que todo está escrito, pero yo no creo en eso. Creo que hay cosas que aparecen en tu por azar, por estar en el momento justo en el momento adecuado. Y es que las casualidades de la vida, suelen ser los mejores momentos de la misma.
Sam y Claudia se conocieron en Barcelona, en una de esas tardes de septiembre en las que parece que todo está por hacer.
Ella esperaba el metro, cansada, después de un duro día de trabajo. Él se había subido una parada antes y el destino quiso que Claudia se sentara justo a su lado. No pudo evitar sus ojos azules al subirse al vagón, ni tampoco que en su cara se dibujara una sonrisa. Nerviosa, buscó su móvil para disimular, con tan mala (o buena) suerte que salió despedido hacia los pies de Sam. Sin pensarlo ni un segundo, se agachó a recogerlo, y ese gesto fue la excusa perfecta para rozar levemente su mano. Un tímido “gracias”, un intercambio de sonrisas y muchas ganas de volver a encontrarse fueron el resultado de ese primer encuentro.
Claudia nunca cogía el metro, prefería desviarse y coger el autobús. Nunca le gustó la sensación de estar bajo tierra. Sin embargo, al día siguiente, volvió a cogerlo a la misma hora, en el mismo vagón y en la misma estación, ansiosa por volver a encontrarse con esos ojos azules. Contuvo la respiración, apretó las manos y al abrirse la puerta, allí estaba él, expectante. Sus miradas volvieron a encontrarse y el intercambio de sonrisas fue inevitable, pero esta vez, Sam no estaba dispuesto a dejarla marchar sin más.
Y así, de intercambiar miradas pasaron a intercambiar palabras, números de teléfono, aficiones y muchas tardes de domingo. Lo que empezó siendo una bonita casualidad acabó mezclando por completo las vidas de Claudia y Sam, dos vidas que estaban muy próximas de ser sólo una. Supongo que es cierto eso de que las casualidades no existen, porque lo que empezó siendo un encuentro en el metro acabó con una petición de mano sólo unos meses después.
Sam y Claudia eligieron casarse en Can Ribas, lugar del que ambos se enamoraron nada más poner un pie en él. Tenían claro que querían casarse en un lugar con carácter, cerca de Barcelona, y esta preciosa finca, cuya historia se remonta desde el siglo XVIII, era el lugar perfecto. Magia, encanto y tradición impregnan las paredes de esta maravillosa finca rodeada de bosques y jardines. Un lugar en el que se ha mantenido el espíritu de una casa familiar, dando siempre un especial trato que sólo se consigue cuando siete generaciones se han dedicado a este oficio.
Un lugar con un aire italiano, que irradia aromas y colores al más puro estilo de la toscana catalana.
Ella eligió un vestido de José María Peiró , modelo Julia, que adornó con tocado de Alial y joyas de Suárez. Para ponerse guapa ese día decidió confiar en Francis de Oui Novias. Sam, optó por traje y complementos de Mirto .
Su boda debía ser tan especial como su historia. Cada detalle se cuidó la máximo, por ello confiaron en las flores de RITA Experience y el mobiliario a Options , los cuales prepararon una larguísima mesa imperial, en el camino de entrada a la casa, rodeados de decenas de cipreses e iluminados perfectamente para la maravillosa ocasión.
Tal vez tenía razón Séneca cuando decía eso de que vivimos por casualidad.
Fotos: Natalia Ibarra Coordinación y estilismo: Rodolfo Mcartney de Noquiero Localización: Can Ribas Vestido: José María Peiró Tocado: Alial Joyas: Suárez Traje y complementos del novio: Mirto Flores: RITA Experience Mobiliario y menaje: Options Ayudante: Cenas Adivina Making off: Loren Photography Modelos: Claudia y Sam Agencia Francina MUAH: Francis Molina para Oui Novias
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