La historia de amor de Lola y César comenzó con un juego de ciudades. Se conocieron en Lille (Francia), ciudad natal de César cuando Lola estaba estudiando allí su Erasmus. Pero César no vivía allí, sino que tenía su residencia en Madrid, la ciudad natal de Lola. Fue en la capital de España donde se volvieron a reencontrar gracias a las amistades comunes francesas, pero debido a motivos profesionales César tuvo que volver a Francia, así que durante cuatro años su relación se fraguó en la distancia. Finalmente, hace ya dos años, ambos residen en Madrid.

Para su boda eligieron Mallorca. Familiares y amigos venidos desde diferentes puntos del mundo los acompañaron en la impresionante localización elegida para su gran día, con vistas al mar. Querían que su boda tuviera unas vistas impresionantes, buena comida y buena música. Un día alegre, informal y emotivo, en el que sus seres queridos tuvieran mucha participación.

El blanco y el verde dominaron toda la decoración de la ceremonia. Sillas de madera decapadas, con prendidos florales en estos colores y una infinita alfombra blanca. No necesitaba más con las impresionantes vistas para ser un momento único.

La paleta para la fiesta posterior fue en tonos nude, champagne, peach y rosa cuarzo. En el aperitivo un chillout a base de cajas de madera blancas, tela de saco, cojines en rosa cuarzo, peach, arpillera, mesas de hierro y madera. Barras de bar presididas por vasijas de barro llenas de olivo y muchísimas velas. Para la cena se dispusieron mesas italianas de madera vista; centros a base de recipientes de cristal con lisianthus, astromelias, multiflora…en tonos suaves, como los descritos anteriormente. Cabe destacar el camino de mesa de arpillera, las servilletas de lino, los vasos en color ámbar, bajo plato de mimbre y sillas de madera.