Dicen que cuatro ojos ven más que dos, pero ellos no pueden mirar a nadie más. Rocío y Diego tienen esa fricción que caracteriza a los norteños, y es que al igual que un glaciar, su amor es silencioso, pero perseverante y una de las mayores fuerzas del planeta.
Pero además de mover el mundo con su amor, lo hacen con sus vidas, y es que ellos son millenials. Nacieron en los 90, y son el futuro que ha llegado ya. Dos individuos sin miedos, sin frenos, pero con mucha gasolina y ganas.
La sociedad nunca fue suficiente para ellos, solo la montaña es capaz de encerrar el secreto de sus corazones, sumergiéndolo en lo más hondo del lago sobre el que ambos, se juraron amor para siempre.
Colores de primavera, olor a frutas maduras, todo tipo de pájaros cantando y la sencillez de un romance puro, marcaron el mejor día de sus vidas.
Y es que puede que haya bodas planeadas con años de antelación, con
damas de honor que morirían por coger el ramo al vuelo, y padrino que
reparte puros y hace chistes malos con la suegra, pero amigos, a Rocío y
Diego no les hace falta nadie que no sea el otro.
Apostemos por enlaces con personalidad, salvajes y desmelenados,
con mucho color (o con poco) pero sobretodo, con lo más
importante: dos corazones que ya tienen dueño, y son ellos
mismos.
Porque si algo caracteriza a estos jóvenes millenials, es que aman
con locura porque son dueños de sus vidas, de sus creencias, de
sus pasiones y amores, de sus cuerpos y sobre todo: de su destino.
Rocío, la Bella, lo tiene muy claro…
Todos somos bestias o príncipes, solo depende del ojo con el que nos miren (o nos miremos).
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